domingo

El solsticio de invierno ...


... me ha dejado en la puerta de casa varios crismas tristes.

Puede que últimamente haya intimado más de la cuenta con cierto sentimiento trágico de la vida, quizás por eso me parezca que los papanoeles lloran sujetándose la barriga, las bolas de navidad se asemejan a granadas de mano a punto de estallar o que los árboles de navidad parezcan dragqueen con exceso de brillantina.

Puede que últimamente haya sufrido los escalofríos ligeros y los silencios obstinados de la autocompasión... el ruidoso ir y venir de pensamientos contradictorios y los aspavientos de una conciencia algo aburguesada, que no sabe estarse calladita, quizás por eso me parezca que se me está acabando el camino, que mis pies se están muriendo, literalmente, y me duele cada día más este músculo cobarde que llaman corazón.

Quizás por eso, entonces, sólo quede limpiar la espera de esperanzas inútiles, marcar claramente sus límites, diferenciarla y vaciarla de todo, a lo mejor, quizás, sea el mejor camino que puedo tomar.

Quedará, espero, entonces, una luz opaca, espesa, casi una presencia, o una penumbra, un velo que envuelva los sentidos, últimamente demasiado airados. En todo caso, un ejercicio de espera en el silencio, que parece que cansa menos...

Señoras y señores con ustedes: El mañana próximo.

Una nueva función. Se levantará el telón y no habrá nada ni nadie, sólo luz opaca o penumbra.

Lo cotidiano prepará el atrezzo, no puede hacer nada más. Y se prepararán mis ojos, con esmero, con intensidad y con calma, investigaré las condiciones de mi mirada, sus ilusiones y sus quiebros, me graduaré la vista para evitar desvarios. Y espero, porque de nuestros ojos depende, que el signo desaparezca.

Mañana, la rutina diária me dirá donde está la superficie de mi vida; las bambalinas, donde están sus lados; y no saldré del escenario marcado, por temor a perder el hilo del argumento. Así marcaré este doble juego. Un equilibrio sutil entre lo cotidiano y lo imaginario, entre las dos caras del signo.
La realidad ha preparado los instrumentos y el tiempo no puede hacer nada más, salvo pasar una vieja página.

Mañana quizás, espero, pueda desdecirme pero por si caigo en la tentación, me sonreiré esta noche...

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