domingo

Discursos apócrifos...

"Sólo en la opinión existe lo amargo, lo dulce, lo frío, lo caliente... en la realidad sólo hay átomos y vacío".

PRIMER DISCURSO: La línea o el círculo

Esta frase es de Demócrito de Efesos y tiene la perplejidad de lo evidente pero sin embargo no lo es. ¿Hasta qué punto las cosas en las que creemos, nuestro pasado y nuestro presente mismo, no son una invención nuestra? La duda que nos propone la pregunta nos lleva a pensar en el tiempo como ilusión que produce realidad.

He leido que algunas culturas veían el tiempo como un círculo y otras, las más cercanas a nosotros/as, decidieron que el tiempo es como una línea recta e impotentes ante el misterio de la exactitud, impusieron su calendario y su visión lineal del tiempo, no era posible que un círculo cegara a una recta. Sólo con eso la comprensión se hizo imposible para siempre.

Si el tiempo es circular, siempre es probable el retorno y el pasado trasciende, si el tiempo es circular nunca se perderá la identidad, la cultura, el misterio, la prueba de existir, la magia de ser aquí y ahora. Pero si el tiempo es lineal sólo se puede ir hacia el futuro, sólo se puede vivir en la anticipación perenne, nada vale ahora si no es para el devenir. Así, el ahora es únicamente el sueño, dejamos de habitar infinitos instantes y el valor único del ser es su hipoteca.

Quizás ni una ni otra visión del tiempo nos libere de la domesticación, ya estamos domesticados por la ilusión de no ver. Los del tiempo circular vuelven la cara al mañana, porque no existe, no se ve, no se toca, no se sabe y no se puede saber qué contiene, los del tiempo lineal vuelven la cara al pasado, porque ni siquiera es rentable. Los primeros no ven la duración del tiempo, sino su intensidad, los segundos no ven el tiempo, sino su ausencia.

SEGUNDO DISCURSO: Mi reloj de arena

Me siento como un reloj de arena, sin ombligo. Es posible acariciar mis bordes; pero la ausencia de ombligo sorprende y el acto no tiene lascivia. Veo cómo fluye la vida de mi cabeza a mis pies y luego de mis pies a mi cabeza, porque es una ilusión desvanecida al ponerme al revés; siempre de pie y no dejar de mover el vientre. Mi sangre, casi polvo, marcará los minutos que quiera contar.

Al final, me quedo hueca en el pecho y nadie ve el abandono, porque su naturaleza es la ausencia, la soledad y el olvido, la prueba de la nada, que nos hace a todos/as iguales. No hay música entonces ya, ni engaño; el tiempo es un invento inútil, me equivocé de mundo.

TERCER DISCURSO: La espera

Un día, algunas personas aprendieron a esperar. Supieron que entre el deseo y la satisfacción transcurría un fragmento de su vida sin nada, un pedazo de hambre, de sed, de angustia, de pavor... Sucesivas demoras, como tempestades, se oponían entre ellas y el mundo. ¿Qué hacer?. Un día algunas personas vieron que su tiempo no era el tiempo de lo demás.

Había un tiempo físico, los frutos no maduraban hasta que llegara el invierno y la hojarasca fuera un inmenso mar amarillo. Había un tiempo biológico, los niños y las niñas no podían ser adultos hasta que pasaran más de cien lunas brillantes y redondas. Había un tiempo social, las fiestas y los ritos no debían ser hasta que no lo decidieran "los jefes". Y había un tiempo propio, el tiempo sin medida, el de sus ideas que iban y venían preguntando todo, el tiempo de los deseos inagotables, el tiempo de la incomprensión.

Un día algunas personas descubrieron que eran frágiles, muy frágiles y que no podían hacer nada para imponer su tiempo sobre los otros tiempos. Mas bien los otros tiempos les doblegaban, les mantenían en un estado de nada, en un sacrificio lento de su propia energía y era la espera, aprendían que esperaban, que sin saber por qué les estaban venciendo, ya estaban derrotados por los siglos de los siglos. Amen (que como casi todos/as saben significa "en verdad", "ciertamete" y la más conocida "así sea", ).

CUARTO DISCURSO: La ausencia

La ausencia del tiempo prueba su existencia, paradójico. La mayoría de las cosas se definen en su ausencia y una lo sabe desde niña, cuando nos dejan solas y nuestro cuerpo parece definirse de pronto en el desamparo.

Cuando algo nos falta lo primero que ocurre es que olvidamos por qué nos falta, la conciencia viaja hacia el objeto, que tiene entonces la intemporalidad. Si echo de menos a alguien se hace presente, trasciende al tiempo de mi conciencia y puedo rodearlo de cualquier paisaje donde alguna vez estuvo. Así, ese alguien no está en el tiempo; pero su ausencia es también la ausencia del tiempo, del suyo, del mío y de la vida cotidiana.

Y cuando acabe de jugar con ese alguien, cuando finalmente el sonido del teléfono revele el ahora mismo, lo reciente no podrá tener nunca medida, pues el tiempo ha estado solamente en su ausencia.

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