sábado

Es absurdo tomarse demasiado en serio...


Aprender a vivir exige una ingenuidad heroica que otorgue sentido a las cosas.

Escribir, ahora, en este preciso instante, es interrogar a el tiempo a través del sucedáneo de un orgasmo de palabras que nadie pronunció antes, aunque nombren las mismas cosas.

Escribir, ahora, en este preciso instante, 5 segundos después, es recrear de la nada sensaciones que abarrotan lo que ya existe.

Escribir, ahora, en este preciso instante, 7 segundos después, es comprender que la realidad no admite posesión, sólo leves iluminaciones que desvelan pequeñas partículas del mundo en el que la intuición prende una pequeña llama y el resplandor lo llena la incertidumbre.

Escribir, ahora, en este preciso instante, 9 segundos después, es aceptar que no llegua más lejos el que no sabe adónde va, sino que tanto la búsqueda como el regreso son simplemente metáforas de una perpetua insatisfacción.

Escribir es escuhar las pulsaciones y al cabo de un rato, 15 segundos después, percibir una pequeña arritmia, producto de un desajuste, o enmienda de un desajuste, en ambos casos un síntoma. Escribir es una disciplina no apta para hipocondriacos/as, escuchar nuestras “arritmias” y las disfunciones de nuestra mente.

El síntoma

En este caso, el síntoma no es el ruido, sino su atenuación y posterior ausencia.

Algo comienza a fallar cuando, incapaz de resolver un problema, recorres una y otra vez el mismo camino en el laberinto, para acabar abocada al mismo callejón; giras y giras las ideas como en un disco rayado.

Las calles, rebosantes de personas y de luces, te parecen vacías, y no encuentras palabras para expresar pensamientos que apenas se esbozan. No sólo no hallas los sencillos argumentos para rebatir un lugar común, sino que ni siquiera lo deseas ya. Acabas perdiendo la ilusión por la solución, pues el problema te parece vano.

En su estado extremo, el silencio se impone. Has caído. Ya no escuchas la armonía disonante de la vida y no sientes compasión ni desprecio, placer ni dolor. Deberíamos estar atentos/as a las disfunciones de nuestra mente, al disco rayado de nuestros pensamientos, a la música monótona que se atenúa y precede a la quiebra, el silencio.

Es absurdo tomarse demasiado en serio.

Llueven montañas de arena sobre una vida que es un plagio continuo de una mala obra literaria, una imparable repetición de interrogantes que a duras penas se pueden enhebrar ni con cínica sonrisa. Hoy alguien dará la vuelta al reloj pero, como escribió Vladimir Holan, el dolor siempre será mucho más grande que nosotros y sin embargo nos tendrá que caber en el corazón.

Consuela que estas líneas viajen por impulsos eléctricos, no tienen que justificar la muerte de un árbol, no hay borrones en el papel, pero si contaminación por todos lados, pero da lo mismo si se encuentra en las profundidades de la galaxia virtual un oasis de frases perfectas. Lo bello no es más que el comienzo de lo terrible, advierte Rilke desde una Praga de piedra que lo contempla con gesto irónico, cada cual es libre de ponerle geografías a sus olvidos, digo yo. Lo simbólico se impone a lo real, a la duda y al dolor, esa es la semilla de la experiencia, poner nombre a lo que se quiere olvidar, dar con la frase que resuma el sentido de la existencia.

Detente.
Cierra los ojos y respira.
Llora si puedes.
Es hora de descansar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mensaje para la periferia