domingo

El miedo que nos ata.

Podremos vendarnos los ojos, cauterizar las heridas vertiendo olvido directamente sobre ellas, pero seguiremos abocados a perder la cordura. Como todos los que pierden una fe, un entusiasmo o un amor, somos “presa fácil”, apenas vemos una película de esas intimistas o tomamos dos copas y no sabemos hacer otra cosa que maldecir y añorar cualquier cosa.

He tomado café conmigo misma, joder que mal rato. Mierda de fátum, mierda de quemazón, me he dejado el paladar, ha sido una venganza indiscriminada del chaval del Starbuck, seguro que había quedado con alguien y el encargado le ha cambiado el turno, no me das pena, jodete.

Durante la proyección he tenido que sorberme los mocos varias veces para evitar ahogarme en ellos, he tenido que carraspear a fin de evitar que mi tráquea se cerrada por completo, porque tengo comprobado que la asfixia me produce dolor de cabeza, casi al final de la película he tenido que sujetar mi cabeza con ambas manos para que ésta no rodara por las escaleras de la sala, si cae es difícil encontrala en la obscuridad y además luego es casi imposible que un taxi te traiga a casa si te ve sin cabeza, como que te ignoran y no están las calles para jugarsela.

La vida, querido amigo, es indigesta y repetitiva. Brindo por nuestra supuesta libertad, cabezota y lúcida, sigo haciendo las mismas cosas que hacía antes, pero sin jueces, ni testigos, sobre todo sin testigos, no lo soportaria. Joder vuelvo a sentir el ahogo... ¿será que me tengo alergia cuando me da por lamentarme? Que cruz...
Pues eso, que brindo por esta soberana tomadura de pelo... Creo que me voy a dormir con la canción de Salvese quien pueda de Vetusta Morla.

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