jueves

Así no juego... Tramposa

Mira, cuando me pides que te dé una opinión y actúe, por tanto, en una dirección que me parece haber olvidado, no sé qué decirte… Me pongo a recordar cosas y caigo en que no son sólo cosas, que ésas se olvidan pronto; son también personas que hacen, personas que sienten y no quieren dejar de sentir, personas que no sienten, o personas que no hacen.

¿Tendrá el tiempo algo que ver en todo esto? Quizá forma parte del engranaje que nos (con)funde en un común denominador. Sea como sea, nos exige tener obligaciones que, como poco, siento son contrarias a la sorpresa y a la vida.
A ellas les añado la generalización, que nos salva de muchos apuros y nos hunde en el foso de la pérdida de matices. Y sin matices no hay nada. Al menos, sin algún matiz; no vaya tampoco ahora a caer en el agujero… Todo parece general, global.

A fin de cuentas, vivimos ahora y es ahora cuando se habla de devaluación general de los movimientos colectivos, del pensamiento, de la política, de la crítica… Respiramos generalidad, certezas y colores grises porque es más fácil vivir de la atmósfera de siempre que perder el tiempo en búsquedas de aire renovado.

¡Menudo repelús, andar sin saber al pie de la letra dónde vas, ni dónde pisas, ni quién te acompaña! Mejor no dejarse llevar por partículas extrañas y entrar en el carril que ya conocemos. Si podemos evitar las dichosas sorpresas…

Nos obligamos a obligar y a estar lo más obligadas/os posible en el trabajo, con la familia y hasta con quienes no conocemos. Como nos da miedo sentir, en el mejor de los casos actuamos por automatismo, sin que el sentimiento fluya y nos empuje quizá a adentrarnos en realidades ajenas a la nuestra. Hacemos como que sentimos y actuamos deprisa, para que pase el tiempo y pasemos nosotros a otra historia que luego olvidaremos, porque las cosas no permanecen. Es algo que sabemos de memoria. Es más… Es menos… Es lo que todos hacen.

Una, en el fondo, se suele considerar optimista, con un gran afán de atrapar sentimientos nobles e imágenes bellas. Pero la vida a veces da unos palos con tal violencia que cada vez es más difícil pensar que todo irá bien si haces lo que te dicta el sentido común.

Los últimos días he recibido unas señales que han horadado muy seriamente mi columna de haberes, fortaleza de las buenas intenciones. Pulsaciones que me han hecho pensar. ¿Realmente merece la pena ser una persona con conciencia, con nervio social y con empatía con lo problemas de los demás? ¿hasta qué punto la vida nos deja tomar referencias, hacer planes, construir sueños o establecer límites para caminar por los años? ¿Porqué no puede ser todo un poco más sencillo?.

Cuando pienso cosas así, me viene a la cabeza ese sentimiento infantil de "así no juego" o "ahora no respiro", pues eso, "así no juego", ¡joder que la vida me hace trampas!...


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